sábado, 8 de diciembre de 2007

Un gato en la gasolinera

Volviendo de Llançà, paramos en una gasolinera. Había un gato gris con los ojos azules como el cielo de agosto. Mientras mi padre reponía gasolina, me acerqué al gato. Me miró, contemplé sus bellos ojos, acto seguido, bajó la mirada y bostezó profundamente. Unos colmillos blancos aparecieron en su boca. Se levantó y, maullando bajito, se frotó contra mis piernas dándome vueltas. Cuando me fui del lugar para entrar al coche se sentó y se lamió la pata. Entonces me marché.
Recordaré a esos ojos azules durante mucho tiempo.

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