domingo, 13 de enero de 2008

La orden del rey

«¿Dónde está mi hijo?» —pensaba la dragona. «Mis cinco compañeros han muerto y yo estoy sola, mi cría está en manos de esos desgraciados. ¡A l menos sé dónde está! » Una piedra cayó del techo de su cueva. Darga, la dragona se puso en guardia. Tenía hambre así que salió a cazar.

—¡Quiero ver el último dragón muerto, destruyó mi mejor ballesta! Veinte patrullas de cincuenta soldados irán en busca del maldito dragón, no volverán a ser pobres aquellos que lo encuentren, lo capturen y lo traigan ante mi presencia—. Un murmullo recorrió, como un calambre, la Sala Sellada; los mayores generales del ejercito temblaban ante tener que enfrentarse a una bestia tan feroz, pero temían aún más la ira del rey Franduque.

La biblioteca del monasterio estaba vacía, Mordic se paseaba entre los libros observando todos los tomos de aquella pequeña estantería, solo había un libro que le interesara, solo había en la biblioteca un raquítico libro de dragones.

Continuará

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