martes, 22 de enero de 2008

La boda del alguacil

La música aguda y melodiosa inundaba la iglesia, una felicidad contenida se palpaba en el ambiente. La boda del alguacil del pueblo, don Ignacio, transcurría con normalidad. Un temblor sacudía la iglesia, el órgano tocaba con intensidad innata. Los invitados situados en los extremos del edificio se removieron, inquietos, el temblor no era a causa de la emoción, era real. Un polvo marrón empezaba a manchar el vestido de los invitados. Un grito alarmó la sala, del techo ya no sólo caía polvo, sino piedras. El órgano paró de tocar. La cúpula se caía a pedazos. El cura corría hacia la puerta y todos los invitados gritaban. Un enrome arco que sujetaba una bóveda se vino abajo. Del órgano salieron algunas disonancias provocadas por las piedras al impactar con su teclado. Don Ignacio buscaba su esposa entre las ruinas. Las piedras impactaban contra el suelo. Los rayos de sol se filtraban por las grietas haciendo aún más visible el polvo que se paseaba por el ambiente. Ignacio tosía por el polvo marrón. Miró su lujoso traje que ahora no era más que una zarrapastrosa prenda de mendigo. Oyó un grito acallado por un gran estrépito, el segundo arco se venía abajo. Las vidrieras saltaban golpeándole y rasgándole el traje. Oyó otro grito detrás suyo. Era una figura difuminada por el polvo, reconoció a su esposa, protegiéndose con el miriñaque de su vestido de los impactos que recibía. Una piedra le golpeó la cabeza y perdió el conocimiento…

1 comentario:

joaquim magalhaes dijo...

Gustavo,
Tens de salvar o noivo e a noiva. Mas tens de lhes dar um conselho. Que não voltem a entrar numa igreja. Que se casem pelo civil. É muito melhor e muito mais seguro.
Joaquim